Con ganas de volar, sin ganas de prender.
Con ganas de ganar, sin ganas de perder.
Con ansias de sangrar, esperando arder.
Esperé en el fango ayer, hoy me pinto un palacio y ya ves,
que bien me queda la arena en los pies.
Que bien te queda el viento en los labios, ¿sabes?
Y ya ves, que bien te queda la arena en los pies,
que bien me queda el viento en mis labios, ¿sabes?

No hay nada que perder más que una pizca de tiempo
y aunque viva en el silencio, solo soy un yerto
que grito incierto al ver tu fuego,
al ver tu ego, al ver tu forma de juego.
Tu forma de pecar y de percatarse de la victoria que vendrá luego.
Al ver tu forma de caminar por la orilla.
Sin preocupaciones, sin prisa.
Aunque en un principio jugué siempre por mí,
no soy como La Mala al decir:
Nunca fui bueno apostando y hoy lo hago por ti.
Y así como así, desaparecí, como Zatu.
Así como así desapareciste por un acto que todavía no percato.
Y me atormentan tus fotos, las lágrimas empiezan
y la soledad comienza.
Busco poco brusco una salida y la encuentro,
es ahogarme en un ritmo hasta quedar muerto.

Ya no quiero relatar a humanos ni sus mambos,
ni describir un paisaje bajo un árbol,
no quiero hablar del cielo o el infierno
porque otra vez lo efímero le ha ganado a lo perenne,
pero tus ojos serán eternos.
Otra vez recordaré el sol sobre tu cuerpo,
sobre tu habla, sobre tu rostro tierno, y estarás despierto.

¿Qué me queda? Dime que me queda
si está vida es una moneda que gira sin control
sobre una transitada vereda, y ¿qué nos queda?
Dime, ¿qué nos queda? Si esta vida fue tuya y hoy no estás
y la soledad me marea. Y, ¿qué me queda?
Dime, ¿qué me queda?
Repito, si hoy no hay más salidas a ver luces en el cielo,
o películas tontas, y termino siendo yo el fuego que hoy recito.

He heredado el dolor en la espalda, las ojeras, el café y la escritura.
El gusto a lo amargo, como la vida misma que no dura.
El amor a sus ojos tiernos, mi barba larga
y mi ardua batalla y mi prolongada parla.
Mi burla, la burda turba de gente absurda.
Y solo me quedan dos minutos y un café
para describir lo que me queda de esta oscura tumba.
Y criticaré al tiempo para que no vuelva a molestar,
como si yo pudiese hacer algo.
Como si pudiese volver el propio tiempo atrás
y evitar esos dos días en el fango.
Uno descansa junto al lago y otro crece como un árbol…
mientras yo muero lentamente por el hecho de estar vivo
mientras armo el plan, bro.
Pero me quedan dos minutos y un café
para saber quién soy después de tanto desgarro,
después de tanto tonto llanto atento
ante un viento angosto en pleno agosto y su tumulto,
con el miedo al triunfo, si yo fui a ganar
y por haber perdido me oculto.